En el marco de la VIII Jornada Mundial de los Pobres, cuando se nos hace necesaria la escucha en busca de la Verdad ante tanta mentira, incertidumbres y divisiones, abrazamos la consigna de nuestro Francisco Papa: "La oración del pobre sube hasta Dios", y nos ponemos en acción para concretar la voluntad del Amor y hacer el Bien, dando batalla al Odio de los adoradores del Dios Dinero.
En estas tierras del Tuyú, caminando la Novena de nuestro patrono, junto al Padre Julio, la comunidad de la Parroquia San Clemente Romano y de la Capilla Beato Ceferino Namuncurá, nos sumamos a las actividades que se realizaron en nuestro país en el marco de la Jornada Mundial por los Pobres, compartiendo el pan, la música, las tristezas y alegrías, las plegarias y oraciones, esperanzando a nuestras localidades para continuar la tarea cotidiana por construir un Mundo más justo y más humano. Que nadie quede al costado del camino; caminando al paso de los últimos, escuchando la sabiduría de los testimonios de vida de las familias humildes, contagiándonos de la fe de las familias trabajadoras y pescadoras del Barrio Puerto, del Barrio San Martín y del Juan XXIII. Abriéndonos a las señales del Misterio, dejándonos acariciar por su Luz entre tanta oscura indiferencia; redescubriendo en la fuerza de los Pobres, al Espíritu que nos levanta una y otra vez ante cada golpe, indiferencia, olvido, destrato y destierro. Recibiendo las enseñanzas de los que nada material tienen y nos demuestran que nada puede detener a la fuerza de la Vida. Esa energía de Vida que nos empuja siempre hacia el Amor infinito a pesar de tanto hambre, violencia y muerte. Allí están ellas y ellos, alegres, bailando, con lagrimas en los ojos, con infancias robadas, con heridas sangrando. Allí están a nuestro lado, para rescatarnos de tanto vacío, de tanto "sin sentido", de tanto consumismo individualista que nos lastima. Allí están aunque a veces pasamos de largo; siempre están gritando ante tanta sordera, para que ayudemos a bajarlos de la Cruz, que limpiemos sus pies y sanemos sus heridas, que les demos de beber y comer, y que caminemos a su lado para que NOSOTROS MISMOS PODAMOS SER LIBERADOS.
Fragmentos del mensaje del Papa Francisco en esta VIII Jornada Mundial de los Pobres, para que no sea una más y nos centremos en lo verdaderamente importante para asumir con coraje la misión de ser forjadores de el Bien y de la Paz:
La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Sirácida 21,5)
Queridos hermanos y hermanas:
1. La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En el año dedicado a la oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y “leámosla” en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.
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La violencia provocada por las guerras muestra con evidencia cuánta arrogancia mueve a quienes se consideran poderosos ante los hombres, mientras son miserables a los ojos de Dios. ¡Cuántos nuevos pobres producen esta mala política hecha con las armas, cuántas víctimas inocentes! Pero no podemos retroceder. Los discípulos del Señor saben que cada uno de estos “pequeños” lleva impreso el rostro del Hijo de Dios, y a cada uno debe llegarles nuestra solidaridad y el signo de la caridad cristiana. «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).
5. En este año dedicado a la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada. De hecho, «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. (...) Todo esto requiere un corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo. Un corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado.
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6. A los pobres que habitan en nuestras ciudades y forman parte de nuestras comunidades les digo: ¡no pierdan esta certeza! Dios está atento a cada uno de ustedes y está a su lado. No los olvida ni podría hacerlo nunca. Todos hemos tenido la experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla, y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación. Pero el silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, custodia una palabra que pide ser escuchada con confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad. Es de nuevo Sirácida quien lo atestigua: “la sentencia divina no se hace esperar en favor del pobre” (cf. Si 21,5). De la palabra pobreza, por tanto, puede brotar el canto de la más genuina esperanza. Recordemos que «cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
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8. En este contexto es hermoso recordar el testimonio que nos ha dejado la Madre Teresa de Calcuta, una mujer que dio la vida por los pobres. La santa repetía continuamente que era la oración el lugar de donde sacaba fuerza y fe para su misión de servicio a los últimos. El 26 de octubre de 1985, cuando habló a la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».
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9. En camino hacia el Año Santo, exhorto a cada uno a hacerse peregrino de la esperanza, ofreciendo signos concretos para un futuro mejor. No nos olvidemos de cuidar «los pequeños detalles del amor» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 145): saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia, una palabra de consuelo. Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien, una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida por la oración. En este tiempo, en el que el canto de esperanza parece ceder el puesto al estruendo de las armas, al grito de tantos inocentes heridos y al silencio de las innumerables víctimas de las guerras, dirijámonos a Dios pidiéndole la paz. Somos pobres de paz; alcemos las manos para acogerla como un don precioso y, al mismo tiempo, comprometámonos por restablecerla en el día a día.
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Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2024, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.
FRANCISCO