Cuando parece que todo se derrumba, que la oscuridad cubre nuestras vidas, que las lagrimas por las despedidas y dolores del alma por injusticias no paran de brotar de nuestros ojos, y el ardor en nuestras llagas nos quema por dentro; es cuando debemos estar atentos a ese gesto, a esa mirada, una caricia, un abrazo, una sonrisa, una briza fresca en la cara, una mano que me levanta; a esas señales que hacen que todo vuelva a empezar, pero cada vez con más vitalidad.
Tomar la decisión de ponerle el cuerpo y decidirme ir hacia el encuentro de mi trascendencia, pensarme más allá de mi frágil humanidad amada y cuidada por otros, y por el Todo que me llena de sentido y me rodea...no es decisión fácil en estos tiempo y sobre todo con tan solo 10 años de vida. Una decisión desde los pibes y pibas que muchas veces minimizamos y cuando toman este tipo de decisiones hacen templar toda roca y rigidez que en nuestros corazones se haya enquistado.
Ocho niñas y niños de la Escuela del barrio humilde y trabajador del Puerto de San Clemente del Tuyú nos hicieron estremecer, hicieron temblar, hicieron reír y celebrar a sus padres, madres, hermanas, hermanos, tías, tíos, vecinas y vecinos...a la Comunidad entera cuando todo parecía desmoronarse, cuando la incertidumbre impera, cuando las violencias e incomprensiones se meten en nuestras casas, cuando los maltratos y la discriminación nos lastiman, cuando la competencia, el egoísmo y la codicia nos mata. Ellas y ellos pusieron el cuerpo y se comprometieron ofrendando sus vidas a vivirlas al estilo de Jesús.
Tan pequeños llevándonos de sus manos, con todas sus vergüenzas y temores, dijeron sí a vivir con coraje un Amor infinito, un Amor por el prójimo, por todas las criaturas, por el que mas me necesita; un Amor por "mi familia a pesar que no me comprendan", un Amor por "mis amigas y amigos a pesar de sus desprecios que lastiman", un Amor por "mi barrio que se violenta pero es donde encuentro cuidados y miradas conocidas", un Amor por "mi Patria/Matria que mi escuela supo compartir y que me hace sentir parte de una historia común"; un Amor que "me llena, me calma, me sana, me alienta y al mirar al cielo me invita a salir a buscarme desplegando todos los dones que me han dado, y dar lo mejor de mí para mejorar la vida de todos y cuidar a la Madre Tierra".
Ocho niñas y niños que saludando al joven Ceferino Namuncurá cuya imagen los recibía a la entrada de la nueva capilla del barrio, y que joven como ellos tuvo que tomar grandes decisiones al servicio de los que lo necesitaban; supieron que algo mas debían hacer cuando ese joven había dado su vida queriendo ser útil a su comunidad originaria en tiempos de guerras. Un Beato Ceferino que, a las puertas de la nueva capilla a todas las familias que se acercan, interpela sobre nuestros errores que cuestan vidas propias y ajenas, a nuestras intolerancias hacia lo diferente, a nuestros prejuicios e ignorancias en la sabiduría contenida en otras culturas. Hasta esas imágenes nos llevaron nuestros pequeños y pequeñas que tomaban su Primera Comunión, siendo a su vez las primeras comuniones de niñas y niños en la nueva capilla "Beato Ceferino Namuncurá" a las puertas de la Reserva Ecológica de Punta Rasa.
A poco de empezar la misa el Padre Julio, los rostros de los familiares de los niños y niñas reflejaron el asombro por el recibimiento y el entorno cálido y familiar del lugar; la presencia de la imagen del joven mapuche beato, y los vecinos que no paraban de colaborar y donar trabajo y belleza en cada gesto de amor desprendido entre desconocidos. Imposible que las lagrimas de Paola, la catequista, no pararan de brotar de sus ojos a la vez que su sonrisa bebía cada gota de alegría. "Es hermoso ver como quedó la capilla, las madres trajeron las flores y comidas para compartir, Hilda donó la Biblia para niños y niñas en fascículos, Nelly su arte en pasajes de la vida de Jesús pintados a mano, Gabriela regalando a los niños sus jabones de rojo corazones artesanales, Elvira y Rosarios siguen arreglando cada detalle y tallando madera, llegó el atril donado por la carpintería de los jóvenes de Virrey del Pino, Darío y Alejandro que son los albañiles que junto a Misioneros de Francisco hicieron posible el sueño de la construcción de la capilla llegaron a instalar el bañito..." seguía comentando una y otra vez Paola que al finalizar la misa se permitió contagiar su alegría bailando con las familias entre los eucaliptos que abrazaban la fiesta que ignoraba por un momento los nubarrones que se avecinan.
Ocho niños y niñas que nos decían "¡¡¡DESPIERTEN, estamos a tiempo!!!", siempre estamos a tiempo. En pleno inicio del Adviento, del tiempo que nos preparamos para volver a empezar y recibir a Dios, al Sol en nuestras vidas; estos niños y niñas nos sacudieron el alma, soplaron fuerte en nuestros ojos empañados, sacudieron nuestros corazones y despertaron las esperanzas. Agradecían, sonreían, abrazaban, convocaban, bailaban, y miraban con complicidad alentando a los Cuidadores de la Casa Común, que desapercibidos andaban entre ellas y ellos extendiendo puentes, lazos fraternos, edificando comunidad y pregonando gestos de cuidados, entre los vecinos que se acercaban desconfiados con sus ásperas manos trabajadoras y el cuero curtido de desilusiones y maltratos injustos de sociedades que descartan y consumen hasta nuestras dignidades. Así de lastimados entramos a la nueva capilla y salimos renovados. Una leyenda tallada a la entrada nos recordaba por si seguíamos distraídos sin entender las señales: "Vive como Jesús nos enseñó. Vive la Verdad. Vive Católico (Vive Universal)".
El lugar y el tiempo, y el soplo de vida en nuestras caras, nos ubicaron rápidamente una vez mas en el camino. A los que estábamos acelerados y nos perdíamos señales importantes, a los que llegaban deprimidos y sin ganas, a los que venían descreídos, a los que venían por cumplido, a los que llegaron corriendo del trabajo a sacar fotos sin pensar, a las y los religiosos y laicos que oficiaban un sacramento más; a todas y todos nos estremecieron, nos sacudieron, nos DESPERTARON. Nos comprometieron a prepararnos y a decidirnos a poner el cuerpo con coraje para Amar y dejarnos amar, a tener coraje para cuidar de otros desconocidos que me van a necesitar como yo necesite alguna vez, a luchar por ver nuevamente felices a estos y tanto niños y niñas del barrio, a poner la palabra y el cuerpo ante las injusticias que vemos y no delegar en otros lo que nosotros mismo debemos hacer. Si estos ocho niños y niñas tuvieron el valor de recibir a Jesús a pesar de toda adversidad en sus vidas, de comprometerse con su mensaje de servicio al pobre, al enfermo, y de acudir al clamor de la Madre Tierra...si estos pequeños gigantes nos trajeron hasta aquí, no podemos ni debemos retroceder ni un paso.
Este tiempo de Adviento nos pide que nos preparemos para la llegada del que se nos fue pero que siempre esta volviendo. Porque si nos preparamos bien podremos ver, sentir y pensar sabiendo que está en nosotros y siempre debemos ir a su encuentro. En esta celebración de las primeras comuniones en la Capilla "Beato Ceferino Namumcurá" nos fuimos preparando para recibirlo: nos avergonzamos de cosas que se hicieron y que hicimos y nos arrepentimos; nos preparamos y preparamos a otros como nuevos creyentes, abrimos nuestros corazones para dar sentido a cada minuto vivido, nos permitimos sentir ese Amor que todo lo da y nada espera a cambio, ese Amor eficaz vivido en Comunidad, ese Amor esperanzador en vivir una vida en abundancia. Nos preparamos como se preparan nuestros pueblos originarios en estos tiempos también para la siembra. Nos preparamos como preparamos la tierra para recibir la semilla, luego de dar gracias a nuestros ancestros que dieron su sangre y su carne antes que nosotros y siguen trabajando desde el cielo para que no perdamos nuestra humanidad. Nos preparamos despiertos y atentos para recibir a las golondrinas que vienen a anidar como almas migrantes que nos piden cobijo y alimento probando nuestra humana solidaridad. Nos preparamos como preparamos la demostración de nuestras llamas bien criadas con tanto trabajo y amor.
Este primer fin de semana de Adviento, luego de la oscuridad que irrumpió, luego del dolor de nuestra alma por la pérdida y lo que se deja atrás; fuimos testigos del sentir colectivo de lo que esta por venir, porque siempre esta llegando. Fuimos testigos de la Palabra empeñada y confiable en los gestos decididos de nuestros niños y niñas que el Solsticio de Verano esta llegando, y con el niño Sol vuelven a florecer los brotes de un nuevo amanecer. Este "Sacramento de la Alegría" despertó nuestra conciencia, nuestra fe, nuestra lucha por alcanzar un Buen Vivir en Común-Unidad.
Sabemos que, como dice Fray Marcos, "todavía no ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el ya. Eso no lo conseguiremos si seguimos dormidos. Luchar por un mayor consumismo y creyendo que en él está la verdadera salvación sería una trampa"; y José Antonio Pagola nos recuerda que "la falta de esperanza esta generando entre nosotros cambios profundos que no siempre sabemos captar. Casi sin darnos cuenta van desapareciendo en el horizonte políticas orientadas hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas de liberación y solidaridad entre los pueblos." Por eso debemos DESPERTAR y estar atentos a los signos de estos tiempo, prepararnos para sembrar la tierra que debe dar frutos como estos ocho niños y niñas. Estar bien despiertos, atentos y prepararnos para alcanzar esa conciencia de lo necesario por realizar y la fe en las bienaventuranzas que nos trae la llegada de Jesús a nuestras vidas, la celebración del nuevo SOL. Como en las preparaciones hacia el Kapak Raymi donde recibimos al Sol en su máximo esplendor, así nos preparamos para recibir a Jesús con toda su luz, para que vuelva a renacer en la lucha del Pueblo la esperanza y la fe en que otro mundo mejor es posible, y sin demora alguna debemos ponernos a trabajar una vez más en ello.