FOGATA

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Cooperativa de Formación para el Cuidado de la Casa Común

martes, 30 de abril de 2024

Buscando el Sentido de nuestras vidas en las comunidades

“Si no hay grandes causas, la vida no tiene sentido.” Pedro Casaldaliga Como la Vid, la Comunidad es un sistema que se expande hacia la universalidad de nuestra Humanidad y la misma savia de vida la obliga a dar frutos. Reconocer nuestra humanidad como la energía universal en la que se manifiesta el Espíritu del Amor infinito del viñador, es el mayor nivel de conciencia que nos pone en camino hacia ese otro Mundo posible, hacia uno donde caben todos los mundos, y donde todos los mundos se funden en un solo Universo. 

"La idea del encuentro entre el espíritu y la materia, el cielo y la tierra de la Pachamama y Pachakama nos permite pensar que una mujer y hombre nuevos podremos sanar a la humanidad, al planeta, y a la hermosa vida que hay en él y devolver la belleza a nuestra madre tierra. Defenderemos los sagrados tesoros de nuestra cultura de toda injerencia, defenderemos nuestros pueblos, nuestros recursos naturales, nuestras libertades y nuestros derechos." (palabras del Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, David Choquehuanca)

De solo imaginarnos esa paz y felicidad compartiendo en común-unidad como hermanos y hermanas amados y amando, cuidando la abundancia que nos es dada y quitada por unos pocos adoradores del dios dinero; nos encamina en la misión esencial como para poner en marcha todas nuestras vocaciones al servicio del Proyecto transformador y liberador con el que podemos enfrentar tanta opresión y maldad. 

 

En ese sentido es que compartimos, en este mes Pascual de abril, el Campamento alentador de las Vocaciones de las y los Misioneros de Francisco, y celebramos la visita a nuestra Capilla “Beato Ceferino Namuncurá” del Barrio Puerto en San Clemente del Tuyú, del Obispo de Chascomús “Juani” Liébana. 

Junto con la Comunidad de Servidores y Servidoras, Laicos y Laicas, las y los Misioneros, junto al Padre Julio, al Obispo “Juani”, monaguillos y catequistas, reafirmamos nuestro compromiso cotidiano de vivir como Jesús nos enseñó, y rectificamos desviaciones de tentaciones diarias donde el odio, la competencia, el individualismo, la envidia y la codicia nos retrasan y quitan fuerzas que amenazan con secar nuestra VID-Amor. 

Compartiendo el Campamento, con charlas formativas sobre la carta a la humanidad Laudato Sí, la contemplación colectiva de la Creación a las puertas de la Reserva Ecológica de Punta Rasa, 

 con la lectura de la Palabra y reflexionando junto a Neli, con las ofrendas de las imágenes de San Expedito traída por la devoción de Carla y la del Cura Brochero que vino de lejos gracias a Patricia, o los panes compartidos cada domingo hechos por las manos de David y familia, y de Nanci y Rodrigo; 


con las obras de Rosario y Elvira, con la solidaridad y las iniciativas de Lito y Carina, con la guía de Gabriela y las canciones en la imponente voz de Hilda, con el avnegado, silencioso y tan esperado acompañamiento de Anita, junto a las oraciones e intenciones de sanación de Marcela, Alicia, Silvia y Carmen; nuestra Vid crece con la savia imparable del Espíritu, con la dirección de la cepa de la cual nació aquel primer sarmiento del cual nos seguimos multiplicando como una gran familia. 

Las y los jóvenes Misioneros nos dejaron una gran afirmación con su entrega al prójimo y compromiso con la Justicia y la Verdad, nos dejaron con su hacer solidario, resonando dentro nuestro las palabras del Papa Francisco: “no hay vocación sin misión. Y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado. La llamada divina al amor es una experiencia que no se puede callar”. Nos alentaron a no callar esta Buena Noticia, a no resignarnos al principal pecado que es la opresión, nos alentaron a desplegar nuestras vocaciones comprometidas con el proyecto del Pueblo de Cristo; nos interpelaron para sacudir las estructuras de un clero que debe comprender que todas las vocaciones dependen unas de otras y todas juntas hacen a la Vida en Jesús; unas sin las otras no dan frutos, estarían llamadas a ser podadas para que no desvíen ni detengan la savia que da Vida a la gran viña. Nada puede hacer solo un obispo, ni nada puede hacer solo el cura, ningún fruto puede dar solo un religioso o religiosa, ni ningún buen fruto puede dar un laico o laica sin la vida en comunidad compartiendo sabiduría con las y los pastores espirituales. “Nadie se salva solo”, y es “con TODOS, TODOS, TODOS”, diría Francisco. 


"(…) porque cada uno de nosotros, sin excluir a nadie, puede decir: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).(…) Hacerse prójimo, como el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37), permite comprender lo esencial de la vocación cristiana: imitar a Jesucristo, que vino para servir y no para ser servido (cf. Mc 10,45). Esta acción misionera no nace simplemente de nuestras capacidades, intenciones o proyectos, ni de nuestra voluntad, ni tampoco de nuestro esfuerzo por practicar las virtudes, sino de una profunda experiencia con Jesús. Sólo entonces podemos convertirnos en testigos de Alguien, de una Vida, y esto nos hace “apóstoles”. Entonces nos reconocemos como marcados «a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273)." (Mensaje de Francisco Papa para la 60 jornada mundial de oración por las vocaciones. Vocación: gracia y misión)



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